Llega aquel momento en el que te ves acorralada de sentimientos como la tristeza, la locura, agobio y estrés.
Cada día que pasa crees creer que no puedes más, sin embargo lo haces, sigues ahí.
Las situaciones que ocurren a tu alrededor te hace estar al límite, el no poder aguantar más, el querer salir corriendo sin mirar atrás y el darte igual que es lo que dejas y lo que no.
No paras de dar vueltas a lo que esta bien y lo que está mal, que debes hacer y lo que no, si sigues o si te plantas, de nuevo. Sabes que esa última opción la tienes que descartar porque no puedes tirar la toalla, pero te hace entrar en tensión y sientes presión en tu cuerpo.
Parece que en estos momentos el mundo no juega a tu favor, todo son fallos, excusas, acusaciones ... Crees que vas a explotar de tanta hipocresía y egocentrismo, pero aún tienes la cabeza bien alta para poder salir de esta antes de que te pisen.
Las cosas se han llevado a un extremo tan alertante que estas desubicada.
En casa se respira un ambiente diferente, ves a tu madre que se preocupa un poco más por ti, por saber que tal te ha ido el día y el como estas, nota que tu rendimiento va cayendo diariamente y que necesitas ayuda porque sola lo único que haces es empeorar, trata de ayudarte pero eres un poco cabezona y bastante inocente. Parece que es de las pocas veces que se queda para escuchar tu sermón y se la ve dispuesta a poner un granito de arena para que te sientas mejor, ella tiene miedo, miedo a que tires la toalla otra vez y vuelvas a estar en la calle, ella que esta contenta por ti, porque estas logrando lo que llevas proponiéndote todos los años no quiere que lo eches todo a perder, ya era hora de que las cosas te vayan bien como para de nuevo echar todo por la borda y empezar de cero. Tiempos malos aprietan, pero no ahogan, y con eso tienes que arrancar una parte de ti, poner punto y final a todo lo que esta sucediendo, seguir hacía delante, y volver a disfrutar, porque la vida son dos días y ninguno cae en sábado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario